El silencio de mínimas palabras

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Carlos Reyes y Máximo Levi trabajaban en LU2 cuando Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola, obreros gráficos de La Nueva Provincia, fueron secuestrados, torturados y fusilados a mediados de 1976. Sobre aquellos hechos declararon la semana pasada en el juicio contra 25 represores que actuaron en jurisdicción de la Armada Argentina durante el terrorismo de Estado.

Reyes comentó su relación con un oficial del servicio de inteligencia del Ejército que ofreció protección a Máximo Levi luego de los homicidios de los dirigentes del Sindicato de Artes Gráficas. Levi subrayó el estricto control de las autoridades de la radio, en particular de Néstor Barbieri, sobre las noticias vinculadas al genocidio.

Carlos Eduardo Reyes se desempeñaba en 1976 en el servicio informativo de LU2 y en Canal 7. Relató que antes del golpe cívico militar habían estado cerca de un mes sin tareas por paros organizados por los obreros gráficos del Grupo La Nueva Provincia, quienes reclamaban mejores salarios y condiciones laborales. “A Heinrich y a Loyola me los cruzaba cuando entraba o salía de la radio”.

Reyes se refirió a Luis Alberto González, un vecino de su edificio al que conocían como corredor de comercio. Mencionó que un día le tocó cubrir un evento en el Ejército y se lo encontró allí. González le confesó que pertenecía al Servicio de Inteligencia de esa fuerza.

Días después del secuestro y asesinato de los obreros, González le preguntó si tenía idea sobre qué les había ocurrido. “Si no saben ustedes…”, respondió Reyes. El oficial le dijo que sospechaba del Servicio de Inteligencia Naval porque el Ejército los había investigado y sabía que eran “gente limpia y honrada”. Allí mismo, le ofreció protección para uno de los periodistas de la radio, Máximo Levi.

Declaró que Rodolfo Ponce, diputado nacional del PJ y secretario general de la CGT -denunciado como jefe de la Triple A bahiense- solía almorzar con Diana Julio de Massot. En una oportunidad, tratando de resolver conflictos gremiales entre los empleados y el diario, su hijo Federico Massot dijo que solo apoyaban a Ponce en “su lucha contra la subversión”.

Finalmente, Reyes destacó que cada vez que asumían nuevas autoridades de la Armada o el Ejército en la zona pasaban por el diario a realizar un saludo protocolar y que, luego de los homicidios de Heinrich y Loyola, solo salió el aviso fúnebre y un apartado chiquito comentando por arriba lo que había ocurrido.

Máximo Alberto Levi, era informativista en LU2 e integraba la Comisión Directiva del Sindicato de Prensa. Como uno de los participantes de las intensas paritarias de 1975 destacó el peso de los trabajadores gráficos en las medidas de fuerza, dado que eran el único gremio que la patronal de La Nueva Provincia no podía sustituir con personal jerárquico.

En cuanto a las noticias vinculadas a supuestos enfrentamientos entre la guerrilla y las fuerzas armadas o cualquier información sobre la represión, Levi afirmó que el jefe del informativo, Néstor Barbieri, había ordenado explícitamente que debía revisarlas personalmente antes de ser difundidas por la emisora.

Mencionó que la guardia de La Nueva Provincia tenía «un ropero con armas apiladas por si eran atacados por alguien», calificó al secretario de redacción de La Nueva Provincia Mario Gabrielli -imputado por la Fiscalía por crímenes de lesa humanidad y muerto impune- como un «excelente periodista» y habló de los hijos de Diana Massot como «muchachitos jóvenes a los que veía en la redacción ocasionalmente».

Relató que fue amigo de la infancia de Miguel Ángel Loyola a quien reencontró en el diario aunque no mantuvieron un vínculo fluido porque se desempeñaban en turnos diferentes. Según Levi, el concepto que el personal de la empresa tenía Heinrich y Loyola «era que eran dos dirigentes dirigentes, no figurettis, que si tenían que actuar actuaban y si tenían que pedir pedían, no se borraban».

De sus secuestros y posterior aparición de los cadáveres se enteró por Reyes. A partir de allí, tuvo miedo por su actuación sindical  y «no sabía a qué atribuir lo que le pasó a esta gente, si a ellos dos los mataron me pueden matar a mi también», afirmó. Días después, renunció. El juez Martín Bava le preguntó concreta y directamente si por medio de Reyes el Ejército le había ofrecido protección y aseguró no recordarlo «en esos términos».

Varios minutos de su testimonios se los llevó un cruce con los jueces José Triputti y Jorge Ferro en torno al concepto de «huelgas combativas» ante una pregunta referida a si las protestas de los gráficos podían calificarse de esa manera. Aseguró que nunca vio a nadie romper nada y que su «único gran pecado» fue anunciar paros sorpresivos en los micrófonos de LU2.

Una respuesta a “El silencio de mínimas palabras

  1. GRACIAS POR PERMITIRME RECIBIR VUESTROS ENVIOS, LOS CUALES SON LUEGO REDIRIGIDOS A VARIOS COMPAÑEROS DE SINDICATOS GRAFICOS DEL PAÍS.

    LUCIO CASTILLO – ROSARIO

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