En el marco de la detención ordenada por el Tribunal Oral contra el ex secretario del juzgado federal, Hugo Mario Sierra y su inmediata liberación por parte del abogado Luís Esandi, declaró ante la Fiscalía, Julio Fernández, militante de la izquierda revolucionaria durante la década del ’70.
Julio integraba el Frente Antiimperialista por el Socialismo cuando fue detenido la madrugada del 10 de octubre de 1974 «a propósito de un hecho militar que realizó el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) en el Parque de Mayo, un intento de homicidio a un teniente coronel» del cual no había participado.
«Ya para enero del ’75 tenía la libertad por falta de mérito porque, por suerte no le metieron ningún tiro al teniente coronel, estaba vivo y supo que yo no había sido, porque vio a quien le había disparado, estaba clarísimo», dijo en una entrevista emitida el viernes en EL JUICIO DESDE LA CALLE.
A diferencia del tiempo récord que se tomaron los colegas de su victimario para darle la libertad, la de Fernández no se efectivizó y el 6 de noviembre de 1975 quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional por la aplicación del estado de sitio. «Razón por la cual seguí detenido y después vino el golpe y terminé estando preso cuatro años siete meses y diecinueve días. Después vino el sobreseimiento provisorio y finalmente el definitivo».
Por esa situación es que «acuso por negligencia a la justicia de entonces en manos del secretario de Guillermo Madueño que era Hugo Sierra y que a mi juicio tuvo una actitud discriminatoria desde el punto de vista político conmigo, por el hecho de que el sobreseimiento que debía haber firmado o haber hecho firmar al juez rápidamente lo fue demorando. Por lo menos así fue la evidencia que yo tuve», explicó.
En referencia a la orden de detención contra Sierra, Julio dijo que le «sorprendió» que finalmente alguien se acordara del abogado. «En verdad, nunca lo tuve en estima, si bien es cierto que él era un funcionario de la democracia en el momento en que me atiende como detenido, no me olvido que cuando hicimos las denuncias por nuestras torturas, nos dio a entender: ‘Escucháme, vos me vas a plantear una cuestión de torturas y apremios ilegales cuando en verdad tendrías que estar chocho porque salvaste la vida'».
«Recuerdo que en vez de tener una actitud paternal como debería tener la justicia frente a un detenido en ese grado de vulnerabilidad en que estábamos, por el contrario, tuve una respuesta como diciendo ‘Date por contento pibe que la verdad que estás vivo, otros la han pasado peor, otros no volvieron nunca», insistió el testigo.
Mencionó a Carlos Corvelini, otro compañero que había caído preso con él, que tenía los brazos destrozados porque esposado y atado a la espalda lo habían colgado de una roldana. «Decía, ‘No tengo brazos’. Cuando veo que los tiene pegados al cuerpo digo, ‘Ah bueno, los tenés, ya te vas a recuperar…'».
«Pero en verdad no tenía, durante un mes le tuvimos que ayudar a limpiarse el culo y hacer pis porque no podía usar los brazos para tal elementales necesidades. Y eso él (Sierra) lo vio porque Corvelini estaba en esas condiciones ante su secretaría y ni Sierra ni Madueño se ocuparon de averiguar quiénes fueron los policías que nos habían sacado de casa, quiénes fueron los que después nos llevaron a la Comisaría Segunda y quienes de la Segunda al juzgado. Eso no era tan natural, lo que habían hecho con nosotros era una vergüenza».
Luego de una etapa desaparecido -que con la evidencia del plan sistemático reconocería como tal- fue trasladado a la Unidad Penal de Villa Floresta a fines de octubre de 1974, a Sierra Chica en abril de 1975 hasta abril de 1979 cuando lo llevaron a Rawson.
Un viejo socialista
«Por suerte mi familia logró algo que yo quiero públicamente hacerlo notar y con mucha fuerza… Me emociona… Que es el hecho de que haya sido mi abogado don Pablo Lejarraga, la verdad, pobre don Pablo, ¡lo terminaron metiendo preso conmigo después! Un viejo socialista de más de setenta años, tendría cerca de ochenta ya. Con una dignidad se plantaba él ante las autoridades que venían maledicentemente a prepoteárnos y a tratarnos de cualquier manera», recordó Julio.
Sobre aquellos días agregó que cuando lo metieron preso a Lejarraga les tocó Arzuaga. “Ese hombre yo no lo conocía pero tuvo el mérito de quererme defender legalmente y además por defenderme legalmente le volaron el estudio».
«Por Pablo Lejarraga y por Arzuaga creo que el foro de abogados bahienses debería sacarse el sombrero y ponerles sendas placas porque ellos supieron hacer honor a su profesión y sin preguntar cuál es el palo del que provenís en la política», sugirió.
Libertad Real
El hermano de Julio logró llegar hasta el secretario general del Partido Socialista Español -posteriormente primer ministro- Felipe González, quien interesó al rey Juan Carlos por su caso dado «que tenía ascendencia española y no tenía causa ni condena».
La intención era que gestione su liberación ante Videla en la visita que hizo a fines de 1978 a la Argentina. Trajo cinco nombres, entre ellos el de Julio Fernández que pudo salir con opción a la península ibérica en mayo de 1979.
Desde allí pudo denunciar varios casos de secuestros y torturas y colaborar con la libertad de compañeros como Martín Guevara, quien recibía mayor descarga represiva en su cuerpo por ser hermano del Che.
Más de tres décadas después, Julio advierte que “es fundamental que la verdad se sepa, creo que de no conocerse uno puede vivir engañado y eso es lo peor que te puede ocurrir en la vida”.