El ex concejal y delegado de Cerri Alberto Emilio Sangre defendió esta semana al coronel (R) Alejandro Osvaldo Marjanov en el juicio por crímenes de lesa humanidad que se desarrolla en el Tribunal Oral Federal de Bahía Blanca contra siete represores del V Cuerpo de Ejército.
«Creía que Marjanov no tenía todas las vocaciones de militar, era un excelente profesional ingeniero electrónico. Nunca lo vi salir vestido de verde a la calle. Terminaba las actividades, se vestía de civil y ni llevaba el arma personal de los oficiales. Yo terminaba acomodando su habitación. No usaba custodia. Su familia contaba con cuatro hijos y cuando me estaba por ir nació el quinto. Era una persona de familia, ¿no? Con muy, muy, muy, con mucha raíz familiar», dijo el actual empleado de la planta política de la Cámara de Diputados bonaerense que se consideró hijo de la democracia.
Con el grado de Mayor de Comunicaciones, el 9 de diciembre de 1976 Marjanov fue designado como Segundo Jefe del Batallón de Comunicaciones del Comando 181. Su puesto durante el terrorismo de Estado incluyó la subjefatura del Área de Defensa 511. El Batallón contaba en 1977 con tres secciones de contrasubversión y sus instalaciones eran un lugar de paso hacia el campo de torturas y exterminio La Escuelita, en uno u otro sentido. Durante su subjefatura pasó por allí, entre otras víctimas, un grupo de estudiantes de la ENET Nº1 que era ‘blanqueado’ tras haber sido torturado en aquel centro clandestino.
El martes también declararon a favor del criminal el médico Roberto Vincent y desde Jujuy por videoconferencia Fernando Zurueta, Carlos Alberto Casoli y el teniente coronel Luis María Croce. Las audiencias continuarán el martes 10 y el miércoles 11 de septiembre desde las 9 de la mañana en Colón 80.
El militante del Gen fue ofrecido como testigo de la defensa oficial por sus catorce meses como conscripto en el Batallón de Comunicaciones 181 desde marzo de 1977 y sus (des)conocimientos por ser uno de los tres soldados estafetas en la Mayoría -«donde estaba la plana mayor»- a órdenes directas del imputado. «Cuando llego al servicio militar venía de una situación muy crítica, de papás separados y encontré en él a una persona que me sirvió de mucho», dijo.
Sangre declaró que por los estafetas pasaban comunicaciones a los mandos: «En forma esporádica el segundo jefe mandaba órdenes escritas y las transmitíamos, eran para reuniones internas del Batallón, la banda, el manejo interno de una guarnición con muchísima actividad porque había muchos soldados, muchos oficiales y distintas compañías».
«Nunca transporté una orden fuera de lo normal que era una administración cotidiana, diaria y nada más que eso», explicó el testigo y agregó que «esperábamos que llegara él que venía con su Fiat 1600 manejando personalmente de civil. Se vestía y concurríamos a las actividades y nosotros en un pasillo que estaba frente a su despacho aguardábamos las órdenes».
Durante parte de la colimba salía a diario de la unidad militar a trabajar, sin embargo nunca vio las filas de familiares angustiados esperando alguna información sobre parientes detenidxs desaparecidxs. «Mire, seguramente había movimiento de civiles en la guardia, pero puntualmente no las vi. Nunca escuché ese tema puntual».
Sobre las compañías del Batallón dijo que estaban la A, la B, Comando y Servicios que dependían directamente de la unidad y además Telecomunicaciones, Policía Militar «que no dependían del Batallón». ¿No había una de Combate? «No la conocí nunca», respondió. ¿Pudo haber existido? «Me considero un hijo de la democracia, los hechos aberrantres los repudio y si los hubiese conocido le diría que sí», exageró.
Interrogado por el rol que desarrolló el Batallón de comunicaciones en la «lucha antisubversiva» contestó que «había dos unidades de retén compuestas por soldados -dos camiones- y un suboficial a cargo de eso que era convocado por el Comando cuando salían de patrulla. Generalmente participaba la Compañía A. Comando y Servicios éramos todos los soldados que cumplíamos funciones específicas de actividades diarias».
«Se hablaba» de un centro clandestino de detención pero «estábamos totalmente aislados», no conoció «ni dónde estaba la famosa Escuelita». Nunca vio nada raro en el Batallón. No había detenidos salvo soldados, ni zonas restringidas. En el gimnasio funcionaba la banda. A Marjanov no lo vio salir a operativos. No pudo afirmarlo en el caso del teniente coronel Mansueto Swendsen porque «era una persona muy movediza». Nunca le explicaron qué eran las comunicaciones paralelas. Marjanov «era el segundo jefe del batallón y nada más». Y nada menos.
Tomó su primera comunión en el Batallón con el padre Aldo Vara. «Su lugar de trabajo siempre era junto a los soldados en la compañía, por ahí, tenía un despacho que permanecía prácticamente cerrado». El capellán prefería llevarle golosinas y caramelos a los pibes de la ENET secuestrados en el Batallón a hacerse cargo de las denuncias que le hacían sobre las torturas padecidas en La Escuelita y por su complidad es investigado por la justicia.
«¿Conoció al capitán Otero?», preguntó el juez Jorge Ferro en referencia a otro de los responsables del Área de Defensa 511 imputado por secuestros y homicidios. «Era el jefe de Comando y Servicio», replicó Sangre y confirmó que éste respondía directamente a su defendido. Por debajo de Marjanov, el capitán Otero que aún espera ser juzgado. Por encima, el coronel Mansueto Swendsen, condenado a cadena perpetua por sus crímenes.
La Fiscalía sostiene que desde su ubicación jerárquica y funcional Marjanov fue uno de los eslabones imprescindibles en la cadena de mando por medio de la cual emitía y transmitía órdenes cuyo cumplimiento ocasionó la consumación “exitosa” de cada uno de los hechos.
«Marjanov ya retirado me sorprendió porque una vez vino como coordinador general de Defensa Civil de Jujuy a Bahía Blanca, nos encontramos, charlamos, yo también cumplía función pública, fue un encuentro de un par de horas y no lo vi nunca más», cerró Sangre.
Espíritus elevados
El ginecólogo obstetra Roberto Eduardo Vincent atendió el último parto de la esposa del reo Alejandro Marjanov y compartió con la pareja durante 1977 los Cursillos de Cristiandad que coordinaba desde el Arzobispado de Bahía Blanca monseñor Emilio Ogñenovich. Allí dejaban de lado el terror que desparramaban las fuerzas armadas y sus cómplices civiles sobre la población para trabajar en «la elevación del espíritu», «mejorar la calidad de vida de la gente» y «ayudar al prójimo a través de Cáritas».
«Me parece una persona normal, común, con la cual hemos tenido distintas conversaciones y charlas sin ningún problema», respondió a la defensa oficial que pidió referencias sobre el militar. «Un católico practicante», sintetizó el testigo al tribunal.
Comentó que su paciente no coincidía con la forma en que su fuerza tomó el poder el 24 de marzo de 1976 – «la revolución que hicieron»- pero «como tenía un problema de obediencia debida debía seguir en sus funciones» al punto de rechazar un ofrecimiento para ir a trabajar como ingeniero en comunicaciones a Australia.
Por su parte, manifestó que conoció a bahienses que habían sido detenidxs pero nunca consultó por ellxs a Marjanov y que atendió en el Hospital Penna hasta 1977 donde nunca recibió a nadie con algún cuadro que pudiera relacionarse con la represión ilegal. Del V Cuerpo de Ejército solo atendió a la esposa del imputado, en cambio, su clientela era más amplia entre los marinos.
Cariños desde Jujuy
En menos de cinco minutos Fernando Zurueta dijo desde Jujuy que conoce a Marjanov desde hace muchos años porque «es casado con una jujeña» y por eso se instaló en aquella provincia. No tuvo trato con el represor entre 1976 y 1977 y nunca conversaron sobre temas políticos o militares. Afirmó que el imputado es «una excelente persona» y destacó su supuesta «bonhomía» y «el trato personal que ha tenido con todos los jujeños».
Amigo y compañero de secundaria del ex segundo jefe del Batallón se declaró Carlos Alberto Casoli. El agrimensor jubilado sostuvo que Marjanov reparó instrumental electrónico en el norte, que tiene un excelente concepto del genocida y que la última vez que lo vio fue cuando fue detenido.
El teniente coronel Luis María Croce egresó con el criminal en la misma promoción del Colegio Militar en 1959 aunque «no teníamos mucho contacto». No se volvieron a ver hasta fines de 1990 cuando llegó retirado a San Salvador de Jujuy. «Es un gran amigo, un excelente profesional y conozco su don de gente como también su amor por su familia», expresó.
Croce estuvo en el Batallón Logístico 10 en 1976 y dos años después en la Escuela de Infantería de Campo de Mayo. Se retiró en diciembre de 1980. Conoce «algo» de los crímenes que se le reprochan a su «muy buen amigo» aunque muy «superficialmente» y dijo que era inocente basado simplemente en la voz del segundo jefe del Área 511 eslabón fundamental del plan criminal.
Manga de asesinos, yo hice la colimba en el V Cuerpo en el 77 y fuí trasladado al batallon despues de un incidente. Me pasaron a la banda de música. Los conocí a todos ellos, sabíamos donde quedaba la escuelita, y aunque no nos hacían participar a los soldados (al menos a mi ) teniamos en claro que estos tipos no eran buena gente para nada. El puto de Manusueto para navidad vendió todos los pan dulce que nos tenían que dar a los soldados en Rio Gallegos, cuando fue el kilombo con Chile por el Beagle. Esa fue mi segunda incorporación, ya que había sido dado de baja y después nos convocaron de nuevo. En Bahía se hicieron miles de pan dulce y el turro los vendio en Gallegos…son una basura…asesinos y chorros…
Me gustaMe gusta
Date: Wed, 4 Sep 2013 20:52:51 +0000 To: anagoeger42@hotmail.com
Me gustaMe gusta