El compromiso de Molina

1014411_542295859139544_1304518857_nManuel Jorge Molina estaba señalado por la inteligencia de Prefectura como uno de los trabajadores a «ralear» de La Nueva Provincia, luego del secretario general y el tesorero del Sindicato de Artes Gráficas, Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola, asesinados en julio de 1976.

Declaró en el juicio Armada Argentina – BNPB, luego de mantener vivo por casi cuarenta años el reclamo de juicio y castigo a los responsables materiales e intelectuales de aquellos crímenes, cumpliendo el «compromiso implícito» con la memoria de sus compañeros.

«Había un temor colectivo, no podíamos entender cómo un conflicto salarial iba a costar la vida Heinrich y Loyola», dijo. «¿Se lo atribuye a la empresa?», preguntó un juez. «No me queda la menor duda», respondió.

Molina aseguró que luego de los asesinatos y con el control de los reclamos sindicales, «varias veces me llamó Federico Massot, le decía que yo no había cometido ningún delito, que mi único delito fue defender a mis compañeros y terminé metiendo mi renuncia».

«La Nueva Provincia no permitió jamás, en 38 años, que los trabajadores se afiliaran al Sindicato de Artes Gráficas y con la opción de la ley de obras sociales, impuso a todos los gráficos del monopolio la obra social de Prensa», subrayó.

Pasando revistas

Manuel Jorge Molina ingresó a La Nueva Provincia en mayo de 1966 y trabajó en sus talleres hasta fines de abril de 1977. Fue electo vocal suplente y delegado de taller cuando sus compañeros Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola asumieron la conducción del Sindicato de Artes Gráficas entre 1974 y 1976.

Jorge era armador del diario. Un tiempo se encargó de una imprenta con la que LNP hacía trabajos internos que le permitía una entrada extra para complementar «los magros sueldos» que pagaban los Massot. «Se sacaban unos negativos para el Paralelo 38, trabajos de imprenta como las boletas de caja de los clasificados o para otras ramas del monopolio como LU2 o Telenueva. También trabajos especiales para la directora como para su hijo Vicente. De la señora hice una revista de cocina y la vida de Yrigoyen y para Massot dos tapas de (la revista) Cabildo».

Cuando entró al diario la mayoría de los gráficos estaban expulsados del gremio por no haber acatado un paro. Junto a Heinrich, Loyola y Luis Martínez impulsaron la reafiliación para protestar por los incumplimientos de convenio, la falta de pago en tiempo y forma o de entrega de ropa o leche para combatir el saturnismo -enfermedad a la que se exponen quienes trabajan con plomo-. Con reclamos ante el Ministerio de Trabajo fueron recuperando derechos. En esa época, las caras de Diana Julio de Massot y su hijo Federico eran las más habituales en las negociaciones.

«Diferencias abismales»

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En la calle por Heinrich, Loyola y lxs 30 mil.

A mediados de 1973, luego de comparar las condiciones salariales con diarios similares del interior del país que arrojaban como resultado «diferencias abismales con nuestros sueldos», los gráficos elevan un petitorio exigiendo mejoras a La Nueva Provincia. Siete meses después la respuesta no había llegado.

A fin de año comenzaron los quites de colaboración y los paros. «La empresa negó todo tipo de aumentos e hizo suspensiones, lock out patronal y pasamos todo diciembre en la calle». La familia Massot decidió despedir trabajadores, querían reducir una plantilla de 46 a 21.

La lucha gremial continuó aunque las demandas salariales fueron desplazadas por el reclamo de reincorporación de empleados. «La mano de obra nuestra, de gráficos, en el sistema caliente de linotipo era muy específica y no la podían reemplazar con gente que no fuera del oficio, así y todo sacaron algunos diarios de muy mala confección». Con aquellos paros recuperaron todas las fuentes laborales. La represalia empresarial fue la eliminación de «los pocos beneficios que teníamos».

Se profundiza el conflicto

«En julio de 1974 conjuntamente con el Sindicato de Prensa, con los periodistas, elevamos un petitorio por mejoras salariales, hicimos quite de colaboración, paros, logramos un pequeño aumento los gráficos, no así los de Prensa porque los suplantaron con la gente jerarquizada», relató Molina.

Un mes después, «en represalia por haber tirado volantes con los nombres de los rompehuelgas me esperaron en la esquina de Eduardo González y Alem y me tiraron siete tiros. Era gente que tenía grabada a sangre y fuego la camiseta de La Nueva Provincia y no pensaba que también teníamos familia y rompía la huelga de los gráficos. Fue de madrugada en un coche que sonaba como un Citroën y «los que iban a buscar al técnico a la planta de la Ruta 33 en un Citroën eran de La Nueva Provincia».

Por esa época era «normal ver gente armada dentro de La Nueva Provincia», por ejemplo, el oficial de la bonaerense Ramos, a cargo de la seguridad de la empresa, «cuando hacíamos quite de colaboración contaba las balas de su revólver como una forma de amedrentarnos». El clima intimidatorio incluía la presencia del escribano público Fernando Galmarini quien registraba si había paro o quita de convenio.

Ya en 1975 avanzaron con una multisectorial que incluía a todos los gremios con injerencia en el monopolio de La Nueva Provincia: Televisión, Prensa, Gráficos, ATRA, Espectáculos Públicos y Locutores. «Hicimos un pedido de actualizaciones salariales y aplicación del convenio colectivo porque había una artículo que era el franco 4×1 que la empresa se negó a acatar».

«Hubo paros, hubo días que no salió el diario, días que salió mal, pedimos a la Federación -ya veníamos con casi 50 días de huelga- que no nos descuente un día de trabajo de diciembre, la Federación responde que no, se suma la renuncia de Luis Alberto Martínez que se tuvo que ir a trabajar al sur por amenazas y esto produjo un desbalance en las fuerzas de los trabajadores», explicó el testigo.

Al frente de los reclamos estaban Heinrich, Loyola y los delegados gráficos. Por la patronal intervenían Diana Julio, el abogado Jáuregui, Federico Massot y «en el último período» el actual director del diario Vicente Gonzalo Massot.

Sobre este último, contó Molina: «A fines de noviembre de 1976 faltaba un operario, Luis Martínez que era corrector y operario en la sección armado, y este señor baja (a la sección talleres) y dice que prorrateaba la jornada entre los trabajadores que estaban ahí. Quien les habla le dijo que lo íbamos a resolver entre nosotros, dijimos que nadie iba a hacer esa tarea, que no íbamos a colaborar porque dejábamos un precedente porque faltaba un operario que había sido amenazado y se había ido a Trelew».

Reacción empresarial

1998

Publicación impulsada por Molina en 1998.

La Nueva Provincia, durante los años que duró el conflicto con sus trabajadores, se encargó de desacreditar a los dirigentes y a los reclamos no solo en sus páginas sino también en las de medios amigos. Los acusaba de subversivos e izquierdistas, «lo más delicado era que éramos peronistas».

«Estaba la Triple A trabajando a full. Doctor, piense que la LNP ponía en riesgo la vida nuestra y la de nuestras familias. (…) Antes del golpe nos llaman del V Cuerpo por un problema que aparentemente había habido en la obra social. A cinco trabajadores: Heinrich, Loyola, Constantino, Omar Vaquero y quien les habla», agregó Jorge.

«Nos recibió el capitán Fidalgo y después de indagar qué pasaba con el tema de los bonos, nos dice que nos dejáramos de romper las pelotas que la mano venía brava. Yo, hoy en día, después de analizarlo en estos 38 años muchas veces pienso que lo de los bonos fue una excusa, el habernos compulsado a concurrir al V Cuerpo era para vernos las caras. No se olvide que hubo un trabajo hecho por el Servicio de Inteligencia de Prefectura del personal a ser raleado de La Nueva Provincia era Heinrich, Loyola y yo».

El 24 de marzo de 1976, al producirse el golpe de Estado, Molina estaba de franco pero recordó que al día siguiente un grupo de porteros y vigilantes le arrojó el diario y se enteró «por otros compañeros que desfilaron por la sección talleres la señora Diana de Massot con uno de sus hijos con una bandera. Era para festejar la asunción del gobierno de facto».

Entre la noche del 30 de junio y la madrugada del 1 de julio se produjeron los secuestros. «Me lo comentaron los compañeros cuando fui a trabajar. Sabíamos de la preocupación de la familia, yo tenía contacto con Carlos Heinrich y sé que estuvo moviendo cielo y tierra para saber el paradero de su hermano. Se había instalado un temor pero nunca pensamos que un conflicto salarial tuviera como represalia el asesinato de Heinrich y Loyola».

-¿Se lo atribuye a la empresa?, interrogaron desde el tribunal.

-No me queda la menor duda.

El juez Martín Bava le preguntó qué había hecho su gremio luego de los asesinatos de sus máximos dirigentes. Jorge mencionó que él ya no estaba en la comisión y que el sindicato había sido intervenido. «Había un temor colectivo, no podíamos entender cómo un conflicto salarial iba a costar la vida de dos trabajadores. Queríamos que aparezcan con vida, no habían cometido ningún delito, no nos ponían un revólver en la cabeza para que hagamos paro, éramos corresponsables. Las fuerzas habían sido desniveladas. El gremio, si quiere que sea concreto, no hizo absolutamente nada».

Liquidación sindical

Luego de los asesinatos de los trabajadores «la actividad sindical fue nula, a fines de diciembre y los primeros días de enero, la Federación lanza un paro por otros temas y nosotros no lo acatamos porque veníamos de 50 días de huelga sin apoyo y nos expulsan».

Jorge mencionó el caso del titular del Sindicato de Prensa, Néstor Larrondo, quien la noche en que se enteraron que habían matado a Heinrich y a Loyola, había recibido un llamado que decía: «Ya matamos a dos rojos y ahora te toca a vos».

Luego de los despidos de 17 trabajadores y el cambio del sistema de impresión que le permitió a la empresa prescindir de los conocimientos de Molina, dejaron de darle tareas. «Varias veces me llamó Federico Massot, le decía que yo no había cometido ningún delito, que mi único delito fue defender a mis compañeros y terminé metiendo mi renuncia».

«La Nueva Provincia no permitió jamás en 38 años que se afiliaran al Sindicato de Artes Gráficas y con la opción de la ley de obras sociales, impuso a todos los gráficos que trabajan en el monopolio que optaran por la obra social de prensa», subrayó Molina.

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Junto a José Rafael Potente -integrante del Sindicato de Artes Gráficas y linotipista de LNP-, Cristina Tayloy y Angie Loyola, en un homenaje en la Escuela de Artes Visuales.

Las audiencias del juicio continuarán los días 28, 29 y 30 de octubre a las 9 de la mañana en Colón 80 de Bahía Blanca. Pueden ingresar mayores de 18 años presentando DNI y grupos de estudiantes de entre 16 y 18 acompañados por sus docentes previo acuerdo con el tribunal.

2 respuestas a “El compromiso de Molina

  1. El que està al lado de Molina es Dante Patrignani, el que le sigue el juicio a Montesanti. Abazos. E.

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  2. El último párrafo de «Se profundiza en conflícto» debe leerse noviembre de 1975….el obrero faltante Luis Alberto Martínez (Secretario de Actas del Gremio y miembro paritario) fue amenazado y debió irse a Trelew con su esposa y 3 pequeños hijos.

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