«Soñaba con esa nena»

La tarde del martes terminó con la declaración de Néstor Etcheverri que llegó de Lobería para dar su testimonio como ex colimba en el V Cuerpo de Ejército. Fue convocado en 1976 y destinado tras una breve instrucción al hospital de Evacuación 181 siempre bajo las órdenes del sargento primero Cáceres.

«Al poco tiempo estuvo el golpe que sacaron a la presidenta y nos sacaron del campito», manifestó. Antes, sus superiores eligieron más de cuatro decenas de soldados y «nos dijeron que íbamos a pertenecer a un equipo de combate contra la subversión» al mando del mayor Ibarra.

Preguntado por otros oficiales con mando recordó a «Casela, el subteniente Maison o Masson algo así, estaba Méndez que le decían el Loco de la Guerra (…) Había otro que llegó después que le habíamos puesto Japonés que era Santamaría o algo así».

Las funciones eran los controles de ruta y «salidas con oficiales a algunas casas». Esos operativos se planificaban en el despacho del mayor Ibarra a quien el testigo solía asistir cebándole mate, ordenando o comprándole la botella de ginebra diaria. Por esa labor pudo escuchar algunas conversaciones que dijo no entender y que lo único que recordaba porque le cayó mal “fue cuando decían que les ponían una granada en la mano a los detenidos y les hacían caminar por las paredes».

Etcheverri afirmó sobre la existencia de un centro clandestino de detención que «se comentaba y hablaba de La Escuelita, pero nunca un soldado podía pasar una tranquera; en un momento llevé la ambulancia hasta esa tranquera y la manejó un oficial después».

En cuanto a los operativos detalló el que motivó una charla con un periodista de Lobería que le permitió conocer el destino de las víctimas y al hacerse público lo llevó a estar ahora frente a los jueces.

«Habían llevado a una madre dejando a una chiquita sola. Yo entré a la casa porque me llamó un oficial y me dio unos papeles para que lleve. Vi a la chiquita en la cama llorando. Eso me quedó… a la madre al rato la trajeron, abrieron la puerta de la ambulancia y con un soldado la metieron adentro», comentó sobre el secuestro de Alicia Partnoy y el abandono de su hija Ruth.

El soldado le preguntó a un oficial qué pensaban hacer con la nena y éste le respondió que la iban a dejar con un vecino. «La inquietud mía era que yo nunca más supe qué pasó con la nena, qué pasó con la madre. Durante muchos años me cayó mal, soñaba con esa nena, fue algo que me marcó medio feo».

Al tiempo Diego Martínez de Página/12 le confirmó que ambas estaban vivas. «Para mí fue un alivio. Dije acá terminé. Creí que estaba muerta la madre y no sabía cómo estaba la nena. Todavía quería contactarme con las Madres de la Plaza de Mayo».

Según Etcheverri, para estos operativos los vehículos militares siempre estaban preparados, en este caso fueron casi una decena. «Por lo general no iban todos los soldados que estaban en el comando contrasubversión (sic), por ahí llevaban veinte o treinta, por ahí la mitad o menos». A estos se les sumaban seis o siete suboficiales. Él manejaba la ambulancia. Generalmente «iba Ibarra adelante y había que seguirlo».

«Cuando me bajé ya habían abierto la puerta, no sé de qué forma, no vi nada roto. A la mujer la trajeron por otro costado, se estaba escapando o… En ese momento creo que venía con poca ropa… uno de ellos la agarró, yo a la mujer no la toqué porque tenía la puerta de la ambulancia. Uno la tocó y decía ‘mirá me quedé con los pelos en la mano».

Luego «se subieron en la ambulancia y esa mujer se defendió mucho, era difícil de tenerla, tuvieron que hacer mucho esfuerzo. Arrancamos y ella gritaba por las ventanas, gritaba adentro. No estoy seguro pero me parece que pasamos por un lugar, no sé si no era una gomería, un lugar que tuvieron que parar y gritaba la mujer ‘fueron tus padres’ o algo así».

Carlos Sanabria, marido de Alicia y padre de Ruth, fue secuestrado durante el mismo operativo en su lugar de trabajo –una casa de venta de neumáticos-  y llevado junto a su compañera al Batallón 181 y luego a La Escuelita.

El testigo aseguró que los oficiales a veces se reunían en la oficina de Ibarra y salían de noche sin soldados. Sobre los represores Méndez (tan afecto a las granadas como Ibarra a la ginebra), Masson, Casela y Cáceres afirmó que iban a la mayoría de los operativos.

También manejó la ambulancia en la puesta en escena que hicieron los represores para blanquear a parte del grupo de alumnos de la ENET 1 secuestrado a fines del 76 y torturados en La Escuelita.

«Nos llamaron a la cuadra que tenían que ir a los vehículos y salimos sin saber dónde. Era al cementerio, estuvimos ahí y aparecieron unos muchachos como de unos corralones, de un paredón de afuera del cementerio. Eran como catorce o quince. Subieron cuatro o cinco en la ambulancia mía y otros en otros», declaró y agregó que «de fuerza estaban más o menos, uno me pidió que le sacara la venda, se la fui a sacar y no veía, un oficial me dijo que se la ponga de vuelta».

No supo si estaban asustados pero al menos uno tenía las cosas bien claras y se lo comentó: «me dijo ‘ellos mismos nos dejaron y ellos nos vienen a buscar’». Al llegar al hospital militar los bajaron y no supo más de ellos.

Finalmente comentó otro caso donde en «un lugar de una puerta chiquita que alquilaba una pareja» sacaron a un muchacho. Dijo que la novia no estaba o la agarraron después, «resulta ser que el muchacho era de mi ciudad, le habían puesto una bolsa y un casco apretándole la cabeza». Etcheverri contó que le pidió al suboficial si lo podía sacar de ahí y la respuesta fue negativa.

Cuando le preguntaron si la patota de Ibarra era un lugar para evitar, el testigo dijo que sí y que «lo único que podía pensar en ese momento es que no sabíamos qué pasaba, qué era cierto, qué era mentira, lo que se comentaba, que los agarraban, los torturaban…».

Mónica Morán y Fitz Roy 137

Antes se presentaron en torno al caso de Mónica Morán de Juan Pedro Udovich, ex trabajador de la empresa fúnebre Bonacorsi y el ex comisario y perito dactiloscópico Enrique Treffinger.

Udovich no recordó los hechos que tuvieron como víctima a la actriz, explicó cómo era su tarea y la relación con la morgue del hospital municipal para la entrega de cadáveres de personas muertas en «enfrentamientos».

«Me acuerdo que cuando íbamos a retirar los cuerpos las cocheras estaban llenas de militares uniformados. Creo que de la administración del hospital hablaban para atrás para poder retirar el cuerpo», sostuvo.

El contacto con las autoridades militares o con quienes daban las órdenes lo tenía la administración de la empresa y «cuando iba a retirar el cuerpo uno veía las heridas de bala». Finalmente el fiscal pidió que se le exhiba un acta donde Udovich declara la muerte de Mónica Morán y el testigo reconoció su firma.

El ex comisario Enrique Treffinger se desempeñaba en 1976 en la División Dactiloscopia de la policía. «Iba a levantar rastros en lugares donde se cometían delitos y revisaba el lugar o documentos que se suponían que tenían impresiones dactilares y lo mandaban para ver si pertenecían a la persona o al documento».

No recordó haber suscripto un dictamen pericial sobre el caso Morán pero advirtió que «si lo veo puedo decir si fui yo». El doctor Abel Córdoba solicitó la lectura de las conclusiones del  dictamen del 23 de febrero del 87 para corroborar su firma. Treffinger la identificó y culminó con algunas respuestas sobre la metodología de su tarea.

Por los hechos que tuvieron como víctimas a Olga Souto Castillo y Daniel Hidalgo en el edificio de Fitz Roy 137 declaró la profesora Graciela Haydee López quien en 1976 vivía junto a su esposo y su bebé en el tercer departamento del primer piso.

«Una noche cenamos en casa de mi mamá, volvimos y escuchamos gritos, nos pareció una pelea de matrimonio o familiar en el edificio. Inmediatamente sentimos una explosión, me asusté mucho e intenté salir. En el pasillo había un uniformado que nos dijo que volviéramos al departamento», afirmó.

La familia se encerró en el baño con algunos chiches para entretener al bebé hasta que a «la madrugada nos volvieron a tocar el portero y nos dijeron de evacuar». Luego la testigo respondió las preguntas de jueces y abogados sobre el panorama que encontró al salir de su casa y al volver días después.

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