Testimonios sobre el asesinato de Arrieta

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Ángel Enrique Arrieta fue arrancado de su casa de Moreno 1512 una noche de agosto de 1976 mientras cenaba con su compañera y sus hijas de cuatro y cinco años. Un grupo de encapuchados se lo llevó en una camioneta Chevrolet. Fue asesinado y días después su cuerpo apareció colgando de un puente.

En la audiencia de este miércoles del Juicio Ejército III se escucharon testimonios sobre aquellos hechos. Se presentaron ante el tribunal su compañera y madre de sus hijas, María Inés Valdebenito, y la militante comunista Ana Colantuono, quien recordó a varios integrantes del PC víctimas del terrorismo de Estado y se refirió a las detenciones que padeció desde 1972. En ese marco denunció reiterados ataques sexuales.

El juicio continuará el martes 20 desde las 15 y el miércoles 21 en Colón 80. Luego más información sobre otras declaraciones de esta semana.

María Inés Valdebenito dijo al tribunal que luego del operativo dejó a las nenas con una vecina y fue a hacer la denuncia a la comisaría del barrio Noroeste donde no tuvo respuestas. «Fui a la casa de una amiga y me enteré que él militaba en el Partido Comunista, me decían que por eso lo habían llevado. Él era muy reservado, cuando lo veía muy callado le preguntaba y me decía ‘quedáte tranquila, son cosas mías’. Cuando lo conocí trabajaba en el ferrocarril Roca, será que por la militancia esa lo despidieron porque después trabajaba de changas».

Cuatro días más tarde leyó en el diario que Ángel había sido asesinado. Los represores le entregaron el cuerpo al hermano. «Me avisaron que lo estaban velando, al hermano no lo conozco porque no tenía contacto con la familia de él, no sabía dónde vivían».

«Lo habían echado del ferrocarril por cuestiones políticas y después trabajó en la construcción. Era delegado ante la UOCRA, nunca le daban la palabra, lo vivían amenazando y una vez la amenaza se hizo cierta. Creo que en el mes de agosto del 76 aparece colgado del puente Negro y mutilado», recordó la militante comunista Ana Lucía Colantuono.

A pesar de la diferencia de edad militó junto a Arrieta quien «era muy amigo de mis padres, venía a mi casa, en general nos juntábamos en casas de familia para cuidarnos, no era habitual ir a los boliches, bailábamos y cantábamos».

Colantuono declaró que su primera detención fue junto a su hermana el 2 de noviembre de 1972. Tenían 16 y 14 años y fueron perseguidas desde el centro de la ciudad hasta el barrio San Martín donde las subieron a un par de taxis con hombres de civil.

«Empezamos a gritar ‘nos secuestran, nos matan’. Nos golpeaban, nos resistimos. Los vecinos salieron, algunos tironeaban del taxi para sacarnos, un vecino militar retirado los siguió en una motoneta y avisó a mi familia que estábamos en la Policía Federal».

Sabían lo que podía pasar porque muchos de sus compañeros -los mellizos Metz, el Negrito García, Arrieta, Alberto Berstein, Alberto Pojomovsky- ya habían estado presos. Buscaban a «Chana», su apodo familiar, por eso su hermana fue liberada inmediatamente.

«El primero que me toma es Agostinelli a golpes, insultos, preguntándome por gente, ellos tenían una foto mía con el mellizo Metz, querían saber quién era, yo no quise decirlo. Me pegaron mucho y también me violaron. Su familia y abogados se movieron rápidamente, esa noche la trasladaron a la cárcel de Villa Floresta y al otro día al instituto de menores Cantilo.

En un par de ocasiones la directora le puso una capucha porque la iban a buscar. «No sé dónde me llevaban, me torturaban, me picanearon, me violaron, me preguntaron por mucha gente que yo no conocía y era peor el ensañamiento».

Diez días después la llevaron a declarar al juzgado federal donde la esperaban su padre y abogados. «Las violaciones no las declaré porque no quería lastimar a mi padre, no quería que él sufriera lo que me había pasado. Yo era una niña, a mí nunca nadie me había tocado, eso me marcó mucho y a lo largo de la vida».

La liberaron y siguió con su vida y militancia. Fue detenida nuevamente el 30 de mayo de 1975 en el marco de un juicio simbólico a Remus Tetu, uno de los responsables del asesinato del dirigente estudiantil comunista David «Watu» Cilleruelo en los pasillos de la Universidad del Sur.

Participarían delegaciones de centros de estudiantes locales y de distintas universidades. Colantuono, Dante Patrignani y Alberto Berstein preparaban el salón en el Gran Hotel del Sur cuando vieron salir a la patota de la Triple A de la Biblioteca Rivadavia, ubicada frente al edificio de la primera cuadra de avenida Colón.

La llegada de la Policía Federal frustró el ataque de la banda parapolicial y 25 militantes fueron detenidos. En la delegación de calle Rondeau quedaron cinco por un par de semanas. La testigo volvió a sufrir allí ataques sexuales.

Luego fueron llevadxs a Villa Floresta donde obtuvieron la libertad aunque quedaron retenidxs por el PEN. Continuaron detenidas por más de un año: «Me entero por las compañeras presas comunes y por los medios que en un enfrentamiento habían matado a Daniel Bombara y me dicen ‘cómo en un enfrentamiento si está preso acá'». Mencionó las torturas a la «Negra» Juliá, las «agresiones» contra Anahí Tapatá y los asesinatos de Ángel Arrieta, Alberto Berstein y Alberto Pojomovsky.

El día del golpe de Estado las condiciones de detención en el penal de Floresta recrudecieron. Las presas políticas fueron separadas de las comunes, «fueron llamando de a una y bajando de las celdas del primer piso, ninguna volvía, nadie sabía qué pasaba. Como sabíamos de las desapariciones, de los vuelos de la muerte y lo demás me dio un poco de miedito. Atiné a sacar la foto de mi familia, la puse en la ropa y la celadora me llevó adonde atendía el médico».

«Me encuentro con un militar, que después supe que era el coronel Suaiter, y atrás tres personas vestidas de blanco. Me piden que me desnude, yo no quería, cada requisa era así, se burlaban, de a poco me fui desnudando, me pegaron, me subieron arriba de la camilla, tacto vaginal, tacto rectal, buscaban armas e información. En mi vagina y en mi ano», afirmó sobre los represores. «Todos muy abusadores, muy degenerados, muy enfermos».

En octubre las presas políticas fueron reunidas en el penal de Villa Devoto. El 18 de marzo de 1977 el nombre de Ana Colantuono apareció en las listas de personas liberadas que publicaban los principales diarios del país. Ella se iba a enterar varios días después cuando su padre fuera a buscarla.

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