La profecía de Montezanti

montcanale«Quédese tranquilo Galante, su hija no está en peligro. A ella no le va a pasar nada, a lo sumo no va a ser promovida en su carrera profesional», dijo a fines de la década del ’70 el actual camarista Néstor Luis Montezanti al padre de la bailarina Anahí Galante. «Fue una profecía confirmada», recordó desde Nueva York la ex militante de la Juventud Universitaria Peronista al ser consultada por FM De la Calle.

Cuando la represión se acentuó sobre lxs estudiantes de la Universidad Nacional del Sur y comenzaron a caer algunos de sus compañeros, decidió refugiarse en Buenos Aires. Volvió a la ciudad en 1977 y se reintegró al Ballet del Sur. Su padre marino, «peronista y libertario» recurrió a Montezanti, «abogado de las fuerzas armadas», para saber si su hija estaba marcada por los genocidas.

Néstor Montezanti preside la Cámara Federal de Apelaciones de Bahía Blanca y es docente del Departamento de Derecho de la UNS. Fue Personal Civil de Inteligencia del Batallón 601 durante el terrorismo de Estado, tarea que asumió con el padrinazgo del jefe del Destacamento 181, José Osvaldo Riveiro, el ex integrante de la Triple A condenado en Francia y prófugo de la justicia argentina, que afirmó conocerlo nada menos que desde el sangriento 1975. Un año antes, el camarista fue visto en la toma de la UTN bahiense junto a la patota del diputado y secretario de la CGT, Rodolfo «Fito» Ponce.

Estos antecedentes motivaron el pedido de juicio académico en la universidad y el de un jury en el Consejo de la Magistratura. Días atrás el organismo judicial removió a los subrogantes del Juzgado Federal Nº1, Santiago Martínez y Claudio Pontet, por obstaculizar las causas contra civiles imputados por crímenes de lesa humanidad. Si bien el camarista está excusado formalmente en las investigaciones sobre el terrorismo de Estado distintas organizaciones denuncian su influencia.

Esto se evidenció con su intervención directa en la exoneración del juez subrogante Álvaro Coleffi a fines de 2014, acción que motivó una nueva denuncia fiscal ante la Magistratura. El secretario de Justicia, Julián Álvarez, es el responsable del expediente que cuestiona la capacidad ética de Montezanti para ser juez de la democracia habiendo sido PCI que, de no analizarse, prescribirá en los próximos meses. Lxs trabajadores de la justicia de la Nación que lo denunciaron, entre otras cosas por someterlos a condiciones laborales “humillantes y vejatorias”, ya conocen de archivos.

“Mi papá lo identificaba con la marina”

anahi-galanteA principios de la década del ’70, Anahí Galante era bailarina profesional en el Ballet del Sur y estudiaba economía en la UNS. En tiempos de ferviente participación política, se sumó a la militancia en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) al igual que muchxs de sus compañerxs.

Uno de ellxs, Daniel Bombara, fue el primer desaparecido en Bahía Blanca aunque los fusilamientos terroristas de la Triple A se contaban por decenas para esa época. «Me fui a vivir a Buenos Aires y utilizando mi profesión como bailarina entré al curso de perfeccionamiento en el Teatro Colón, el cual también lo tuve que interrumpir a medida que mis compañeros militantes iban siendo secuestrados o desaparecían. Por lo tanto, no era seguro para mí continuar en los lugares donde sabían que yo estaba, era una miembro activa. Me asocié con la Lista Naranja de la Asociación Argentina de Actores y a partir de ahí continué mi militancia».

En el departamento de Barrio Norte donde vivía se enteró del secuestro y asesinato del «Pelado» Carlos Davit. Aún recuerda con emoción a Zulma Matzkin, una de sus mejores amigas, fusilada en la Masacre de Calle Catriel tras un largo cautiverio en La Escuelita. Se habían criado juntas en el Barrio Pedro Pico. En cuanto pudo volver a la ciudad, «junto coraje» y con la compañía de su padre se acercó a la bóveda de la familia de Alejandro Mónaco, el esposo de Zulma asesinado también por las fuerzas armadas, suponiendo que allí estaban los restos de su compañera.

A fines de 1977 se reinstaló en Bahía Blanca y retomó la danza en el Ballet del Sur. «Recuerdo claramente que mi papá estaba preocupado, que quizás mi nombre figurase en alguna lista negra», comentó. Suboficial retirado de la Armada, Galante era miembro de la filial local del Círculo de Oficiales de Mar de Saavedra 349 y de «otro club de suboficiales que estaba en la calle Donado». De este último «retiró su membresía porque lo consideraba muy reaccionario, muy de ultraderecha y mi padre era peronista, era un libertario y creía en la justicia social, entonces tenía esa contradicción entre la profesión de la que provenía y sus ideales políticos y de justicia».

«Cuando yo me reincorporo al Ballet del Sur recuerdo que mi padre tuvo una conversación con Montezanti, como que él era el abogado de las fuerzas armadas y recuerdo que mi padre me dijo que Montezanti le dijo: ‘Quédese tranquilo Galante, su hija no está en peligro. A ella no le va a pasar nada, a lo sumo no va a ser promovida en su carrera profesional'», relató Anahí.

Siguió: «Sí recuerdo en algún momento conversaciones, así muy casuales a la hora del almuerzo o de la cena en familia, como ‘lo vi a Montezanti aquí o allá’ o ‘Montezanti estaba en La Cibeles’. Yo ya no me acuerdo el nombre de las confiterías pero había un bar en la galería comercial que está ubicada en San Martín y Alsina, creo que se llamaba Galería La Florida, que eso realmente era el lugar donde germinaban las relaciones con los colaboradores civiles. (…) Mi papá lo identificó a él como abogado de la marina, por lo visto se conocían de los círculos donde mi papá tenía actividad social, tenía la preocupación de asegurarse que yo iba a estar segura».

¿Lo que decía Montezanti respecto a que su carrera no iba a prosperar efectivamente fue así?, consultó FM De la Calle: «Exactamente fue así, yo realmente era una bailarina de carrera y tenía muchas condiciones», afirmó. Explicó que durante la gestión de Blanca Lemos, directora del Ballet designada por la dictadura, y por la aplicación de la Ley Artística que Anahí supo impulsar a principios de los setenta, tuvo que demostrar capacidad técnica y artística.

«Fue muy increíble porque en el examen que aconteció, creo que en 1979, para decirle la verdad no recuerdo cuándo fue pero recuerdo claramente que yo fui la persona que sacó el mayor puntaje en habilidad técnica y artística y, sin embargo, quedé en el rango de bailarina de fila y jamás fui promovida. En realidad sufrí muchísimo bullying, así que de alguna manera ese informe fue una profecía confirmada».

Caminos paralelos

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Héctor Oscar Chisu, primer detenido en la causa Triple A. Fotos: BahiaGris.

Si bien las profecías suelen partir de dones naturales e inspiraciones divinas, este caso parece ser más terrenal. La circulación de la información del terrorismo de Estado era un mecanismo perfectamente aceitado. El trayecto represivo de algunos integrantes de la patota de la Triple A, comandada en Bahía Blanca por el diputado nacional y jefe de la CGT Rodolfo Ponce y el interventor de la Universidad del Sur, Remus Tetu, ofrece una imagen de algunas de sus fuentes.

Héctor Oscar Chisu, recientemente detenido en Trelew, y su hermano Miguel Ángel, muerto impune, fueron señalados por varios testigos como miembros del grupo paraestatal responsable de decenas de homicidios de militantes políticos, gremiales y universitarios. El segundo, también conocido como «el Gordo» o el Oso» solía conducir el Dodge Polara verde que junto a un Fiat 125 azul eran identificados como «la fiambrera» que patrullaba la ciudad, intimidaba y concretaba secuestros y homicidios.

En 1974, ante el reemplazo del rector Emilio Garófoli en la UTN bahiense, afín a la CGT y la Juventud Sindical Peronista, Fito Ponce ordenó a sus hombres tomar el edificio. Alrededor de 300 estudiantes se enteraron de la noticia mientras discutían en asamblea y decidieron marchar hacia la sede universitaria. Allí se encontraron con un grupo armado de trabajadores de la Junta Nacional de Granos entre los que se destacaba “un hombre de traje y corbata” quien, según comprobó el juez José Luis Ares, era Néstor Luis Montezanti.

Meses después Miguel Ángel y Héctor Oscar Chisu serían contratados por el rumano Remus Tetu como «personal de vigilancia y seguridad» de la UNS. Así continuaron bajo las órdenes del ex suboficial del Ejército Jorge Argibay, quien distribuía la decena de Itakas que el segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 181, mayor Luis Alberto González, puso en manos del grupo paraestatal.

Tras el golpe de Estado y el comienzo formal de la dictadura cívico militar, en septiembre de 1976 el mismo González avalaría los «antecedentes morales» de los Chisu, rebautizados como «hermanos Chávez», para reciclarse como Personal Civil de Inteligencia (PCI) en el marco de la «lucha contra la subversión».

Cuatro años después, el actual presidente de la Cámara Federal de Bahía Blanca formalizaría su ingreso como PCI “asesor universitario” en el Destacamento 181 comandado por José Osvaldo «Balita» Riveiro. Este ex integrante de la Triple A condenado en Francia y prófugo de la justicia argentina aseguró conocerlo desde 1975, «en profundidad» y «con el tiempo y asiduidad de trato suficientes» para avalar las «condiciones morales, ideológicas y familiares” del entonces joven abogado. Los datos corresponden al “Legajo Personal de Montezanti N. L.”.

El Destacamento de Inteligencia reglamentariamente realizaba tareas de reunión de información, contrainteligencia, sabotaje, subversión, y actividades psicológicas secretas respondiendo órdenes del Departamento II Inteligencia del Comando del V Cuerpo de Ejército.

3 respuestas a “La profecía de Montezanti

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